Érase una vez, en las lejanas tierras de Asturias, un monstruo llamado Balpo que era un ser terrorífico, malvado y gruñón. Habitaba en los Picos de Europa, en una cueva que había construido en una de sus montañas.
Él solo mataba manadas y manadas de animales, y luego se las devoraba sin piedad. Sus amigos el murciélago, la araña y la culebra, le decían que no matara tantos animales porque si no algún día se quedaría sin comida, pero Balpo no les hacía caso, y seguía comiendo y comiendo sin parar. Pero un día, Balpo salió a cazar, como hacía siempre y no encontró nada y lo mismo al día siguiente y al otro. Entonces se dio cuenta que había acabado con todos los animales, que era un ser sin piedad y sin compasión y empezó a llorar durante días, semanas y meses. Balpo estaba muy arrepentido de su crueldad y de tanto que lloró sus lágrimas formaron un hermoso río. Por donde pasaban sus aguas hacían crecer las flores y convirtieron el tenebroso y oscuro valle, en un valle claro y hermoso.
A partir de ese día Balpo fue un ser bueno y al río lo llamaron Cares, por tener las aguas tan claras como las lágrimas de Balpo.
¡Estupendo!, Dani.
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